NAVIDAD, UNA OPORTUNIDAD
Sem. José Carlos Trejo Morelos
3º de Discipulado
Queridos hermanos, a finales de este mes tendremos la dicha de celebrar el preámbulo a los misterios de nuestra salvación, el hecho de que nuestra Madre Santísima dio a luz a su Hijo. La Navidad es el acontecimiento donde festejamos el nacimiento, según la carne, de Dios Hijo, un acontecimiento que se explica en la dulzura de un pequeño, en la sencillez de un pesebre, en el amor de una familia y en la esperanza de quienes lo adoraron.
Menciona el profeta Isaías «Un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado» (Is 9, 5), no es cualquier nacimiento, no es cualquier niño, pues este nacimiento ha dado sentido a nuestra existencia envuelta en una promesa futura.
Muchas veces hemos menospreciado este acontecimiento y hemos dado prioridad a cosas estridentes, a la materialidad y consumismo que se nos ofrece dejando de lado la enseñanza de vivir en lo fundamental, a ejemplo de la familia de Nazaret. Quizá resulte complejo comprender cómo la grandeza de Nuestro Señor Jesucristo se haga pequeña en la fragilidad de un niño de brazos, pero todo toma sentido en el inconmensurable amor que Dios nos tiene, que para salvarnos se hizo semejante a nosotros excepto en el pecado.
Como nos recordó el Papa Francisco, «la navidad suele ser una fiesta ruidosa» sin embargo debemos guardar silencio para poder escuchar la voz del amor, que late incesantemente en el corazón de un pequeño. Navidad es una oportunidad para nosotros de crecer en el amor a nuestros hermanos. ¿Cómo aprovechar esta oportunidad? La misma palabra navidad nos da la respuesta: con Nobleza de corazón, Alegría de espíritu, Valentía ante las adversidades, Inocencia en el alma, Desinterés en el obrar, Afabilidad en el trato y Disposición a la voluntad de Dios. Y así nos uniremos a la enseñanza que nos dejó una grande santa, la madre Teresa de Calcuta: «es Navidad cada vez que permitimos a Jesús amar a los demás a través de nosotros». Él nos amó y nos sigue amando a través de los hermanos. Nuestra tarea entonces es dejar que el amor de Dios obre en nosotros, dejándome amar y amando a los demás, con ese amor que irradia la ternura del niño de Belén.
Eso es Navidad, y debemos dejarnos cautivar por ella. «Todas las fiestas de la Iglesia son hermosas, pero la Navidad posee una ternura, una dulzura infantil que atrapa todo el corazón» (Padre Pío). Disfrutemos estas fiestas, compartamos con nuestras familias y seres queridos, pero sobre todo amemos, amemos a ejemplo del Niño que adoramos en aquel pesebre. De parte de la familia del Seminario Conciliar de México queremos abrazar con ese amor y encomendarlos al Niño Rey. Dios pague toda su generosidad. ¡Feliz Navidad!