“Mirad al Señor y abridle las puertas a Cristo”

“Mirad al Señor y abridle las puertas a Cristo”

 

 

Sem. Santiago Adame Alemán CCR

Etapa de Confrontación

 

 

Este mes recordamos a San Juan Pablo II, un santo de nuestro tiempo, un papa muy amado por nuestro pueblo. Un santo que muchos aman pero que pocos estudian, un santo que supo leer los signos de los tiempos y que tuvo el valor para volver a proponer a Cristo como único camino de plenitud humana.

Juan Pablo II supo ver que en nuestro tiempo hay una crisis de amor, una sed de amor que ha hecho que el hombre contemporáneo se invente mil y un maneras de llenar eso que se experimenta como un vacío. Algunas de ellas son muy efectivas; otras logran algo, pero son deficientes; y otras llenan, pero todo destruyen. Para Juan Pablo II, la respuesta puede rastrearse desde la antropología, en la constitución humana que desde su diseño por el Creador viene del amor y está hecha para el amor, una naturaleza que tiende a la relación, que en la soledad no logra satisfacer sus deseos. San Juan Pablo II mostró con fuerza que el corazón humano lo quiere todo y para siempre, y que no se conformará con nada menor a eso.

Ahora bien, ¿qué amores pueden llenar completamente y para siempre? ¿dónde puede rastrear el hombre aquello en lo qué posar su amor? Para Juan Pablo II era claro: Cristo viene a mostrarle al hombre lo que es el hombre, es el redentor de los hombres y cuando se le acoge el corazón consigue la respuesta definitiva que ha buscado en tantos lugares. En la Redemptoris misio invitaba con energía: “¡Pueblos todos, abrid las puertas a Cristo! Su Evangelio no resta nada a la libertad humana, al debido respeto de las culturas, a cuanto hay de bueno en cada religión. Al acoger a Cristo, os abrís a la Palabra definitiva de Dios, a aquel en quien Dios se ha dado a conocer plenamente y a quien el mismo Dios nos ha indicado como camino para llegar hasta él.” (RM, 3)

Para Juan Pablo II esto era claro, necesitamos a Cristo, sólo con Él podemos realizar nuestra humanidad, por eso puso tanto impulso en la misión, en la evangelización. Para él no es indistinto conocer o no conocer a Jesús; tan lo conoció y tan fue testigo de lo que ha hecho en aquellos que lo han conocido que quería esto para todo el mundo, para cada persona; fue un hombre que amó mucho y su amor potenció toda su creatividad para llegar cada vez a más lugares.

Él mismo se volvió un misionero incansable que utilizó todos los medios a su alcance para lograrlo. Viajó todo lo que pudo, usó los medios de comunicación masiva, utilizó la filosofía y las ciencias humanas, utilizó su propio cuerpo para comunicar mejor, era un actorazo y un gran comunicador, pasó su pontificado haciéndose amigo de los jóvenes para invitarlos a esta hermosa tarea, para invitarlos a abrir las puertas a Cristo de par en par y a llevarlos a todas las personas, llamó a la Iglesia evangelizar, invitó a la jerarquía y a los laicos, a los religiosos y a las instituciones, utilizó todos los areópagos que conoció, fue a los grandes parlamentos internacionales y a las plazas públicas de los países, envió cartas, proclamó homilías, dio discursos dirigidos a todos los pueblos, asistió a los foros de otras religiones, habló con gobernantes de todas las expresiones.

Este santo de nuestro tiempo nos sigue llamando a lo mismo hoy, nos llama a abrir las puertas de nuestro corazón de par en par a Cristo y nos llama a llevarlo a los demás. Recordarlo en este mes es una invitación a recordar su testimonio de amor y sus invitaciones.

No quisiera terminar este artículo sin citar y recomendar el discurso que dio a los jóvenes en Chile en 1987; agregaré la cita, pero los invito a ver el video en el enlace. Emociónense conmigo viendo la presencia de este gran santo evangelizando en nuestro tiempo, alimentemos este ardor evangelizador: “No tengáis miedo de mirarlo a Él! Mirad al Señor: ¿Qué veis? ¿Es sólo un hombre sabio? ¡No! ¡Es más que eso! ¿Es un Profeta? ¡Sí! ¡Pero es más aún! ¿Es un reformador social? ¡Mucho más que un reformador, mucho más! Mirad al Señor con ojos atentos y descubriréis en Él el rostro mismo de Dios. Jesús es la Palabra que Dios tenía que decir al mundo. Es Dios mismo que ha venido a compartir nuestra existencia de cada uno. Al contacto de Jesús despunta la vida. Lejos de Él sólo hay oscuridad y muerte. Vosotros tenéis sed de vida. ¡De vida eterna! ¡De vida eterna! Buscadla y halladla en quien no sólo da la vida, sino en quien es la Vida misma.” (Discurso del santo padre Juan Pablo II a los jóvenes, n.5, 2 de abril de 1987)

Enlace al discurso: https://www.youtube.com/watch?v=59J1PWb_DZY

Gracias, San Juan Pablo II. ¡Que viva Cristo Rey, el Señor y redentor del hombre!


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