San Cristóbal

San Cristóbal

 

 

Cristóbal Yair Torres Vega

Etapa de Configuración

 

 

Este mes de julio conmemoramos a san Cristóbal, patrono de los transportistas, quien según la tradición poseía un gran cuerpo para trasladar de un lado hacia el otro, por en medio de un río, a todos aquellos que se lo pedían, sin importar fueran hombres o animales. Ahora bien, me siento muy contento de portar este nombre, puesto que en el testimonio de este gran santo he encontrado elementos muy significativos que han marcado mi vida a lo largo de mi formación.

 

En primer lugar, se tiene que tomar en cuenta la disposición al servicio por los demás: el buscar no solo favorecerme de otros, sino poner a disposición de mis hermanos los dones que he recibido de Dios. San Cristóbal tenía la intensión de servir a un rey, pero no a cualquier rey, sino al que fuera el más poderoso, el que no tuviera miedo ni fuera derrotado por nadie. En mi caso fue diferente, pues yo no buscaba servir a ningún rey. Fue el Rey de reyes y Señor de señores quien me concedió la gracia de la vocación. Él ya tenía un plan para mí, y simplemente respondí a ese llamado, sin pensar que podría suceder.

 

En segundo lugar, hay que considerar que fue el mismo Dios quien sale al encuentro de san Cristóbal, bajo la forma de un niño pequeño. De forma semejante, Dios se acercó a mí y me invitó a participar de su obra; ya no llevando de un lado a otro a mis hermanos, sino al encuentro con Él; es decir, acompañándolos por el camino que lleva hasta su Reino. El pensar y meditar sobre todas estas cosas hacen que mi corazón rebose de felicidad, pues comprendo que Dios me ha llamado a no dejar a nadie a medio camino o perdido en medio de las aguas. El acompañar a mis hermanos, orar por cada uno de ellos, es una gran labor por la cual me siento llamado a participar de la obra de Dios y para la cual necesito prepararme cada día.

 

Por lo tanto, llevar el nombre de este gran santo implica un gran compromiso por trabajar y colaborar para extender el Reino de Dios y llevar su mensaje de salvación por medio del servicio a los demás. Implica no quedarme con las manos llenas de los dones que he recibido de parte de Él, sino ponerlos a trabajar para que mis hermanos también puedan verse favorecidos y se sientan cerca del Señor. Y todo esto va disponiendo para que pueda darse lo más importante que le puede pasar al hombre: el encuentro con Cristo. El poder estar con Dios es cumplir con la finalidad por la cual fuimos creados: amarle y amarle para siempre. ¡Viva Cristo Rey!

 


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