Con Cristo somos ofrenda al Padre y luz para el mundo
Sem. Isaac Hernández Rojas
Etapa de Discernimiento Vocacional
La Iglesia desde tiempos muy antiguos ha celebrado la fiesta de la Presentación de Nuestro Señor Jesús en el Templo, hecho narrado en el Evangelio de Lucas (Cf. 2, 22-39). Este pasaje nos relata cómo José y María, habiendo pasado cuarenta días desde el nacimiento de Jesús, van al Templo para cumplir con lo prescrito por la antigua Ley del Pueblo de Israel, como está escrito en el libro del Éxodo (Cf. 13, 1-12); la cual prescribía ofrecer un sacrificio al Señor para la purificación de una madre después de dar a luz, asó como presentar y consagrar el primogénito a Dios: “Y como se cumplieron los días de la purificación de ella, conforme a la ley de Moisés, le trajeron a Jerusalén para presentarle al Señor (Lucas 2, 22).
José y María yendo a cumplir con lo prescrito por la Ley, sin saberlo del todo, estaban realizando el primer acto del nuevo culto a Dios, ofreciendo sobre el altar del Señor a su propio Hijo, que era el mismo Hijo de Dios; José y María estaban comenzando la nueva alabanza al Padre, en el corazón del Antiguo Testamento, el Templo de Jerusalén, levantando y ofreciendo a Dios a su propio Hijo, para gloria suya y para bien de los demás; así como hoy es ofrecido Nuestro Señor en la patena y el cáliz para nuestra propia salvación. Este primer ofrecimiento de Cristo al Padre, dio fruto para los hombres desde ese mismo momento, y son testigos de ello los dos ancianos testigos que nos presenta el Evangelio: el anciano Simeón y la profetisa Ana, que vieron realizada toda su esperanza en Jesús Niño, a quien reconocieron como el esperado desde antiguo por todo el Pueblo.
La Iglesia celebra este episodio de la vida de Cristo el día dos de febrero y también la Purificación de la Virgen, de aquí el nombre de la fiesta de las candelas o de la Virgen de Candelaria. Este día, desde hace siglos, el signo de las candelas o velas benditas que encendemos es recordatorio de que también nosotros debemos ser luz para el mundo, esperanza y certeza de que Cristo vive y de que nuestra salvación no está lejos, sino que está al alcance de nuestra mano en la Iglesia. Nosotros en el seminario pedimos para que tú y yo podamos ser esa luz viva para el mundo y también te pedimos que ores por nosotros, que hemos escuchado la llamada de Dios, que nos invita a ofrecernos a Él para salvación de los demás, así como fue ofrecido Cristo de manos de María y José.